Si ya está disponible, ¿por qué pasa desapercibido 5G?

Cuando se habla de la mejora imprescindible de la productividad para que las economías avanzadas crezcan y se pueda sostener el estado social de bienestar, al comienzo de la década, quebrado por la irrupción de la pandemia, 5G se presentaba como un instrumento determinante para conseguir aumentos de eficiencia y seguridad en las rutinas asociadas a infinidad de actividades y para poder llevar a cabo un rediseño de procesos con referencias de costes que pueden ser reducidos por medio de esta y otras innovaciones.

Con una amplia oferta de terminales móviles de gama alta, con precios relativamente asequibles preparados para operar en las frecuencias de 5G (en torno a 700 MHz y a 3,6GHz) y planes de datos de los operadores que hacen en la práctica más económico 5G que 4G, especialmente por la subvención implícita a la fibra en el hogar en los precios de las ofertas convergentes, cerca del 70 por ciento de la población española, en el centro de la meseta y a lo largo de los litorales ya puede experimentar la mayor velocidad de 5G. Sin embargo, 5G ha sido concebido con niveles de fiabilidad, densidad de dispositivos y retardo que hagan posibles usos inabordables con 4G, compitiendo con los accesos fijos inalámbricos (WiFi) de última generación y aunque los dirigentes de las principales empresas de sectores que podrían emplear 5G para la transformación de su actividad (energía, fabricación, logística) vislumbran nuevos modelos de gestión asociados a la redefinición de tareas, de la flexibilidad derivada de la implantación y simulación de cambios primero en su versión digital y previsiblemente de la menor intensidad de mano de obra gracias a la mayor automatización, los sucesivos «shocks» en la demanda primero y a continuación en las cadenas de aprovisionamiento y suministro en un nuevo escenario geo-económico -que en algunos casos puede llevar al desplazamiento, la supresión o la instauración de capacidades productivas y de servicio en el nuevo mapamundi de la post-globalización-, la adopción hasta el tercer trimestre de 2022 de 5G en el ámbito empresarial parecería ir por detrás de las expectativas suscitadas por las decisiones de los Gobiernos europeos de acelerar las licitaciones del espectro radioeléctrico necesario y por parte de la Comisión Europea de dotar con presupuestos crecientes la extensión de la cobertura, como se refleja ciertamente en los 2.624 millones de euros contemplados en el proyecto de ley de presupuestos generales del Estado para 2023 para 5G, conectividad y ciberseguridad, 69 por más que este año.

Ni el momento económico, caracterizado por tensiones hasta ahora desconocidas del lado de la oferta de insumos y suministros básicos, así como por el encarecimiento del capital como consecuencia de una subida generalizada del precio del dinero por la confluencia de niveles de inflación muy por encima de la senda perseguida por los bancos centrales y por una aversión sobrevenida al riesgo por parte de la comunidad de inversores institucionales, ni la extenuante competencia entre operadores, que apenas consiguen reducir la rotación de clientes con una menor agresividad comercial debido al deterioro generalizado de su perfil de crédito y por ello por el imperativo de ahorrar también en gastos comerciales, especialmente en un entorno en el que la propensión al cambio de operador está presumiblemente atenuada por otras demandas de atención, tanto entre el gran público como en el sector empresarial.

Por otro lado, precisamente las empresas encuentran dificultades sobrevenidas ya mencionadas de las perspectivas del negocio como es, de demandas de atención y de coste de capital para fijar los retornos esperados de las inversiones en eficiencia (según la definición más convencional de, «obtener lo deseado a la primera, con el menor coste posible») que implican la automatización y robotización de actividades por la operación crecientemente autónoma e inteligente (en función de la «capacidad de aprendizaje» del sistema en que se basa la aplicación de herramientas de inteligencia artificial) es inevitable que 5G no se extienda ni perfeccione, a falta de un número suficiente de referencias de campo en las que se pueda verificar no solo las ventajas de una banda ancha móvil mejorada, el muy inferior retardo imprescindible para las comunicaciones críticas máquina a máquina en ambos sentidos o un despliegue sustancialmente más denso de dispositivos con una conectividad ininterrumpida y que permita la operación de sistemas altamente complejos de dispositivos inalámbricos (enrutadores, sensores y combinaciones de ambos) interconectados en un entorno cerrado.

Migración hacia el audiovisual

Esos tres atributos de 5G, que en la práctica tienen por el momento aplicaciones independientes, requieren simultáneamente la concepción de usos específicos, habitualmente basados en la evolución de alguno preexistente (por ejemplo, la migración de las redes sociales móviles hacia el audiovisual o la sustitución de las conexiones «ethernet» por conexiones móviles en la telemetría), un patrón de funcionamiento seguro y estable y con una supervisión de bajo coste y un agente de comercialización capaz de integrar una cadena de valor compleja, que incluya el desarrollo, integración y mantenimiento de aplicaciones; niveles determinados de servicio, incluido el procesamiento y almacenamiento seguro de la información en distintas instancias; finalmente, una razonable justificación económica del empleo de recursos financieros, con una distribución adecuada de los riesgos y los beneficios previstos en razón de la mayor o menor exclusividad de la solución. Para el sector empresarial, 5G no debe ser simplemente una versión moderna de las redes locales («WLAN» en su acrónimo en inglés) comercializadas por los operadores o el soporte más moderno de un conjunto de redes privadas virtuales («VPN», también en inglés) para aprovechar las infraestructuras desplegadas.

La madurez de la tecnología (para la extensión del llamado 5G «avanzado» o «stand-alone» en inglés) debe abrir nuevas posibilidades de desarrollo para el conjunto heterogéneo de los operadores de 5G (suponiendo que la banda de usos industriales, 26GHz cuya licitación por el Gobierno español se espera para antes de fin de año), tan ciertas como lo fue hace casi treinta años el alargamiento de la vida útil de los «bucles» de cliente para el lanzamiento del ADSL sobre las redes de cobre o la aparición de las tiendas de aplicaciones de los sistemas operativos móviles, que hicieron posible la existencia de negocios masivos con relaciones comerciales estrictamente electrónicas.

La todavía escasa oferta de dispositivos industriales compatibles con 5G avanzado muestra el limitado impulso recibido por la tecnología por parte de los suministradores que equipan a las grandes compañías, aunque fabricantes líderes como Cisco o HPE están empezando con la comercialización de soluciones dirigidas a ese mercado doblemente «híbridas», pues emplean recursos de redes móviles públicas y privadas y porque conectan el dispositivo final a través de «WiFi», con un acceso basado en la radio 5G. A su vez, todos los operadores de redes móviles titulares del espectro requerido (en España, Movistar, Orange y Vodafone) trabajan en diversas propuestas comerciales de «servicio de red» («NaaS» en su acrónimo en inglés) que tendría su antecedente remoto en las «celdas de refuerzo», que suponen una concentración de recursos para atender una demanda de conectividad irregular por ubicación o por tiempo de activación y que ordinariamente se ha considerado una inversión necesaria para asegurar la continuidad de los ingresos subyacentes.

Aunque es poco probable que al menos en un primer momento la opción de realizar despliegues privados de 5G agite la disputa por las cuentas de los clientes, es factible que las áreas de tecnología y sistemas de ciertas empresas o instituciones con capacidad para realizar por sí mismas u oportunamente asesoradas solicitudes de ofertas altamente estructuradas vean en esta conectividad específica y principalmente máquina-a-máquina la ocasión de poner a competir a los diferentes operadores, que tal vez busquen en este segmento emergente la ocasión de lograr notoriedad y reconocimiento, protegiendo sus ingresos con precios según parámetros técnicos, volumen de datos o incluso retornos, en una suerte de compartición de resultados al que los operadores todavía no han accedido y para el que algunos gestores mayoristas de infraestructuras y desde luego los fabricantes de equipamientos si parecen estar dispuestos.

La competencia entre 5G y WiFi hace menos perentoria el acceso a 5G

La competencia entre 5G y WiFi para los usuarios que se conectan habitualmente a la misma celda (prácticamente todas las máquinas y según análisis anteriores a la pandemia por encima del 70 por ciento de las personas) o que son capaces de acceder a WiFi en itinerancia (según los mismos análisis, más de la mitad de las personas buscan en lugares de concurrencia pública el acceso a WiFi, con independencia de la ubicación), con experiencias de uso comparables, hace menos perentorio el acceso a 5G, lo que influye en el ritmo de su despliegue y en definitiva en la identificación de una aplicación dominante, más allá del vídeo de alta definición (imprescindible para el reconocimiento facial).

En lo que concierne al empleo aún incipiente de 5G en la industria, no obstante el impulso dado al acceso al espectro radioeléctrico por parte de las propias empresas en algunos países europeos (en España se prevé una reserva de espectro en la banda de 26GHz, con las mejores prestaciones para las comunicaciones inalámbricas críticas, pero con importantes desafíos en los despliegues) y los avances en interoperabilidad de dispositivos, así como la instalación en los nodos de comunicaciones móviles de centros de procesamiento de datos en proximidad, de nuevo la inmadurez de ciertas funcionalidades, la complejidad de la redefinición de los modelos de negocio y la inconcreción de los impactos en los resultados financieros asociados a determinados usos están dificultando el avance de 5G, como se describe en el informe-encuesta «5G technology trends» de marzo pasado patrocinado por Jabil, proveedor estadounidense de soluciones de fabricación con una planta de embalajes plásticos en Tortosa.

Papel de las adopción de 5G

Contamos ya con algunos análisis de causas de los escenarios actuales de adopción de 5G y el papel de las políticas públicas, la regulación de los mercados y el acceso a la financiación en tal adopción que revelan cautelas en la disposición al cambio tecnológico, alteraciones en las prioridades en la selección de proyectos de inversión orientados a nuevas funcionalidades frente a la mejora de rendimientos y la falta de incentivos o al menos de la percepción de los mismos por parte de los potenciales usuarios de 5G. Así lo ponen de relieve Kurt Blind y Crispin Niebel en un artículo de Julio pasado en Technological Forecasting and Social Change titulado «5G roll-out failures addressed by innovation policies in the EU», haciéndose eco del informe 03/22 del Tribunal de Cuentas Europeo «Despliegue de la tecnología 5G en la UE: Retrasos en el despliegue de redes y problemas de seguridad que siguen sin resolverse», en el que se recomienda a la Comisión Europea que ante tales retrasos supervise los enfoques adoptados por los Estados miembros con respecto a la seguridad de las redes 5G y evalúe el impacto de las divergencias en el funcionamiento eficaz del mercado interior. En situación bien distinta se encuentra la adopción de 5G en China, donde el Gobierno ha hecho de la misma un pilar de aceleración de la economía y expansión de las capacidades de intervención y control de las entidades sociales, al servicio del partido oficial, con una definición estricta de roles y una sincronización de aportaciones de cada agente en una cadena de valor en constante revisión y que ha resultado en la «configuración de un régimen» 5G específicamente chino, como ponen de manifiesto Chuan Kai-Lee y Limeng Yu en otro artículo del pasado septiembre en la misma publicación también disponible en Science Direct, titulado «A multi-level perspective on 5G transition: The China Case».

Quizás porque 5G es una tecnología de comunicaciones móviles orientada a usos profesionales al menos en Occidente su adopción estará sujeta a la transformación de procesos y tareas que requiere alterar rutinas, hábitos, organizaciones, con nuevas ideas para formular y eventualmente abordar las expectativas de conectividad en amplios sectores sociales (administración, educación, sanidad) y económicos (industria, energía, transporte). 5G ya está aquí.

Según datos de Statista a mediados de este año había redes comerciales desplegadas en 70 países y según esa misma fuente, extrapolando datos del Ericsson Mobility Report de Junio pasado, a finales de 2022 el número de usuarios de 5G podría acercarse a los 1.200 millones en todo el mundo, de los cuales 163 millones en Estados Unidos y Canadá y justo la mitad, 81 millones, en Europa. Esa diferencia de penetración de 5G entre geografías con niveles de renta asimilables podría deberse a la atomización de la oferta, a los retrasos en la disponibilidad del espectro en Europa y al mayor impulso a la innovación en servicios en Norteamérica.

En cualquier caso, parecería que los juegos en el móvil «en la nube» sería un catalizador probable de la adopción de 5G entre el gran público, como relata el blog de Movistar, Wayra Next Trend, mientras que, según un informe de abril de este año de Analysys Mason para Sierra Wireless el mercado empresarial apenas estaría empezando a descubrir cómo aprovechar el despliegue del Internet de las Cosas («IoT» en su acrónimo en inglés). Así las cosas, 5G, como cualquier tecnología, tendrá una mayor relevancia y utilidad en la sociedad y en la economía digital si, como reclamaba Antón Chéjov para el conocimiento, se acierta a ponerla en práctica.

Alberto Horcajo es CoFundador de Red Colmena